n género; Nuria Varela apunta que “se hacen verdad a fuerza de repetirse”. Históricamente, el patriarcado ha ubicado a las mujeres en una situación de subordinación con respecto a los hombres, con el fin de mantener a los hombres en los órganos de poder y preservar la situación de dependencia de las mujeres con respecto a los hombres. Los roles masculinos se asocian al ámbito público, poder, influencia y estatus. Los femeninos se relacionan al ámbito privado y doméstico. Lo privado vs lo público:
Los roles
de género son el conjunto de normas, deberes,
prohibiciones…asignados a mujeres y hombres en una sociedad. La sociedad
patriarcal asigna roles y estereotipos diferentes si se es hombre o si se es
mujer.
* Hombre:
empleo remunerado, toma de decisiones, vida pública no afectividad, valoración
etc.
* Mujeres: ámbito privado y doméstico, afectividad, trabajo no remunerado, infravalorada, delicadas, calculadoras, emocionales, madre…
* Mujeres: ámbito privado y doméstico, afectividad, trabajo no remunerado, infravalorada, delicadas, calculadoras, emocionales, madre…
La división de
espacio y la asignación de roles ha sido mantenida en términos de jerarquía, lo
que ha supuesto que a lo largo de la historia se haya dado la discriminación
femenina, y por tanto, hombres y mujeres no hemos tenido, ni tenemos, las
mismas oportunidades a la hora de ejercer los derechos que nos corresponden
como ciudadanos y ciudadanas.
Algunos
de los mecanismos que más ampara los roles y estereotipos del patriarcado son
la publicidad, la educación y los medios de comunicación. Así busca implantar la creencia de que el hombre está por encima
de la mujer, que éstas deben preocuparse exclusivamente de los asuntos
familiares y del hogar, y que el sistema de clases es justo. De esta forma
se intenta evitar que la mujer se rebele y que se produzcan movilizaciones
al sistema establecido, conservando los valores vigentes.
En nuestra sociedad patriarcal, con
la finalidad de mantener la jerarquía tradicional, es decir, la hegemonía de
los hombres en los órganos de poder, y perseverar las situaciones de
dependencia de las mujeres respecto a ellos, se atribuyen a hombres y mujeres
papeles distintos (roles), en función de su sexo.

El patriarcado ejerce
una violencia estructural hacia las mujeres, que se encuentra en todas las
áreas de nuestras vidas. Una violencia que está normalizada y con las
que nos enseñan a ser tolerantes. Algo que está muy relacionado con
nuestras personalidades pasivas y que asumimos desde pequeñas desde los medios
de comunicación, desde nuestras familias que nos enseñan a tener miedo,
trasladando la responsabilidad a las mujeres en lugar de a los agresores.
Las
consecuencias de estos estereotipos son nefastas, ya que no estamos hablando de
un aprendizaje puntual. Los modelos de identidad de género son transversales y
se interiorizan en la etapa de la infancia, que es cuando el aprendizaje es
mucho más fecundo que en cualquier otra etapa “Los contenidos sociales se
metabolizan en la psique individual a través de experiencias y vínculos; no se
trata de una mera lección aprendida acerca de quiénes somos o lo que debemos
hacer, sino de un largo y complejo camino” (Hernando, 2015).
Todas las mujeres hemos sido educadas desde
nuestra niñez en la creencia de que el ideal de nuestro carácter es
absolutamente opuesto al del hombre: se nos enseña a no tener iniciativa y a no
conducirnos según nuestra voluntad consciente, sino a someternos y a consentir
en la voluntad de los demás. Todos los principios del buen comportamiento, nos
dicen que el deber de la mujer es vivir para los demás; y el sentimentalismo
corriente, que nuestra naturaleza así lo requiere.
A lo largo de la historia a
todas las mujeres nos han obligado a ocultar y callar la opresión, la
desigualdad e injusticia. Basta ya es hora de visibilizar!
Tenemos que hacer frente al
imaginario de que lo femenino es frágil, débil; tenemos que posicionarnos ante
esas manipulaciones oscuras, con claros objetivos patriarcales y capitalistas.
Es urgente derribar la
división sexual del trabajo, hombres a hacer muros y mujeres a hacer comida,
no, no más. Basta!
Debemos
fortalecer los pequeños cambios y derrumbar los muros separatistas que nos
limitan, crecer y transformarnos, romper los límites desgastados que solo
sirven de barreras para que se fortalezcan las diferencias, el irrespeto por
“el otro y otra”, la exclusión, y la incansable lucha por el poder, que solo
pone en evidencia las debilidades de cada quien.
Trabajar unidos y unidas
desde una perspectiva de género implica un abordaje de derechos humanos y de
equidad; Este es el camino a seguir!.
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